Luego de un fin de semana agitado, lleno de panes calentitos con cebolla, "piscosaura", tangos con alemanes, búses sin rumbo fijo y hasta patatas al curri, nos aventuramos a un juego Boca-Independientes. Hacía calor, los omnis estaban repletos de aficionados y al ambiente era de tensa calma. Nos bajamos en un parada provisional ya que las calles estaban desbordadas de hinchas que coreaban melodías eufóricas contra sus oponentes y las rutas convencionales estaban cerradas. Las entradas nos esperaban en un puesto de choripanes de un "colega" que nos hizo el favor de tramitarlas. El pibe que me las tiene andá enfermo, dice, por lo que tenés que buscar a alguien que te las venda. Desilusionados, pero con un algo de esperanza, conseguimos a un tío que vendía entradas y apostamos a por ellas. Por momentos todo se volvió confunso, entre policías, grupos antí-motines, policía montada y cientos de personas gritando y profanando mierda a sus rivales, el clima se puso más caldeado. Cuando por fin logramos llegar al estadio, después de cruzar líneas de revisión de carteras y bolsos, los efectivos de seguridad nos dicen: estas entradas son truchas..!!
Me cago en todos..!! grito uno, me estaís jodiendo, dice la otra... en fin, salimos como borregos en busca de lo que no se nos había perdido y evidentemente lo conseguimos. Probablemente pecamos de confianzudos, pero de que se genera la confianza?? de un gesto, una mirada, una palabra agradable...?? seguro que de eso y mucho más. Sólo nos queda el alivio de no ser ni los primeros ni los últimos en ser timados ya que a la vuelta nos topamos con un argentino que también había sido truchado. Lo que si es seguro, es que no me quedo con esa, de que voy voy. Al próximo juego iré con la mente más activa y con el estigma de haber sido truchada...!
Helen
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